jueves, 8 de febrero de 2007

ARIADNA (ARTÍCULO DEL DIARIO)


MARINA TSVIETÁIEVA, LA DUALIDAD COMO MITO
Con la publicación de Ariadna (Ediciones del oriente y del mediterráneo, 2006), llegó, en una “versión rítmica” según se anuncia en la portada del libro, a nuestras manos la magnífica poeta rusa Marina Tsvietáieva.
Tsvietáieva (Moscú, 1892-Yelábuga, 1941), escribe sus primeros poemas con seis años ante la mirada atenta y negativa de una madre, que pretende vivir a través de la hija su carrera frustrada como pianista. María Mein se casa con el profesor de filología Iván Tsvietaiev y abandona su carrera de piano para dedicarse a ejercer de ama de casa y madre. A pesar, todo ello, de que su marido, viudo de la mejor amiga de María Mein, siguió enamorado de su primera mujer siempre.
Este enfrentamiento de Marina a su madre, marcaría su espíritu rebelde. Sentiría especial admiración por las Amazonas como forma de alejarse del papel que había tenido que desarrollar, no sólo su madre sino cualquier mujer nacida en aquellos años en los que, ser fémina, era una condena perpetua y segura a la cocina y los pañales. Tsvietáieva luchó por forjarse un espíritu libre para sentir el amor, la pasión, el “Carpe Diem”. Así lo dejará escrito en Ariadna: “Para una muchacha/ no cuentan heridas viejas./¡Sólo las nuevas! /La hierba reciente,/ déjala perdurar./ ¿Durará largo tiempo?/ El mañana es ya./ Ella sin el mañana,/ como hoy sin ayer./ Nuestro día para la hermosura/ es breve.” Sería esa rebeldía la que le llevara a entrar en el cuarto de su hermana mayor para leer la poesía de Pushkin que ya nunca la abandonaría. Eso sí, a escondidas de una madre que sólo le permitía leer narraciones romántica en francés y alemán.
Su lucha, como cualquiera que se emprende, no iba a ser fácil. Tuvo que compaginar su producción literaria con su papel de madre, inaugurado a los veinte años. Podríamos decir que aquí empieza su dualidad: debe tomar el papel del que había intentado huir y mantener el que siempre había deseado. Esa misma dualidad la trasladaría al terreno político y al sexual.
En la revolución de 1905 tomó partido por la rebelión del acorazado Potemkin y las huelgas revolucionarias, y escribió artículos y poemas contra el zar desde posiciones anarquistas. Más tarde, se vio atraída por la figura de Napoleón con la lectura de L’Aiglon, de Edmond Rostand. Cuando triunfó la Revolución del 17, su rechazó se volvió contra el partido bolchevique, sobre todo tras la ejecución del zar. En Indicios terrestres se adentra en la cruda realidad cotidiana del momento revolucionario y narra las privaciones que ella misma pasó con su hija Ariadna.
Fueron días difíciles para ella, que, acompañada tan sólo de su hija enferma, a quien dedicó Poemas a mi hija, hubo de pasar por la muerte de la hija menor a causa de unas fiebres tifoideas en 1920. De esa época son las seis piezas de teatro: La Tormenta, El Fénix, La Aventura, La Fortuna, La Sota de oros y El Ángel de piedra que escribió para ser interpretadas por Sonia Holliday.
Con esta actriz, así como antes con la crítica de arte Sofía Parnok, a quien dedicó el poemario Amiga, mantuvo una apasionada relación amorosa que quedarían reflejadas en Carta a la Amazona. Esas relaciones nunca significaron una ruptura del matrimonio. Otra muestra de su dualidad.
También en la producción literaria se percibe esa duplicidad. Tsviétaieva es considerada como una poeta tremendamente innovadora en la forma, a la vez que tremendamente conservadora en el contenido. Como escritora se enmarca en la Edad de Plata de la literatura rusa junto a nombres como los de Ajmátova, Esenin, Maiakovski, Pasternak, Mandelshtam. El primer libro Álbum Vespertino, lo publica en 1910, poco después de la muerte de la madre.
El Álbum resultó ser el primer eslabón de una larga cadena de poemas, cartas poéticas o sobre poesía, a veces tan sólo de amistad, otras de amor, dirigidas y dedicadas a distintos personajes del mundo literario o de su ámbito privado.
En coherencia con su oposición al régimen de Stalin tradujo por primera vez al francés el polémico Maiakovsk, pero también apoyó la candidatura en 1933 al Premio Nobel de Máximo Gorki. Esta actitud dualidad que no le granjeaba sino la antipatía del exilio se agravó notablemente con el cambio experimentado por el marido. Las actividades de él lo llevaron a ingresar en La Unión por el Regreso a la Patria Soviética, causa para que se ganó a su hija Ariadna y también luego al pequeño Mur. Durante este período comenzó a hacérsele, a Tsvietáieva, obsesiva la idea que la acompañaba desde su juventud: la muerte.
En junio de 1939 en compañía de su hijo menor Mur llegó a Moscú. Poco después, desesperada, y coincidiendo en el tiempo, aunque ella no lo sabría, con la ejecución del marido, se ahorcó en su casa dejando una nota a su hijo, pidiéndole disculpas por el suicidio.
Así se cumplió la vida y obra de Tsvietáieva, cuya ejecutoria encaja de plano con lo trágico en la acepción aristotélica de Tragedia.
“Ese vínculo”, según Carlos Iniesta, “con la Tragedia a través del dilema quedó plasmado de forma literaria en su inacabada trilogía trágica, con la que volvió a convertirse en pionera; pues no hay precedentes de una escritora abordando una tragedia de corte clásico.” Ariadna es una Tragedia en la que el dilema inunda la trama desde el principio. Una Tragedia en cinco actos. Desde el Acto I, en que Teseo se debate entre el deseo paterno de que se quede en Atenas, y el anhelo de un pueblo que exige que encabece las huestes que se dirigen a Creta, hasta el Acto V con el dilema del rey de Atenas que, creyendo muerto a su hijo, no desea seguir viviendo.
Este hilo extendido por Tsvietáieva con la Tragedia mediante el dilema presente en su vida y en su libro se apoya en el papel preponderante que la poeta rusa otorga a dos elementos: el Mensajero y el Coro.
Hay otro nexo de unión con la tragedia griega, en especial con su creador, Esquilo, el juego fónico con las palabras, desde la musicalidad dentro del ritmo poético, hasta la capacidad para sugerir otras palabras o significados en el contexto de la frase. Yo les recomiendo este libro por la belleza y, por qué no, porque no todos los días tiene uno la suerte de sumergirse en la mirada de una mujer como la creadoras rusa. Ustedes mismos...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Si ya sabía yo que esa muchacha no podía acabar bien...

Así que a los términos "Storniquearse" y "Pizarniquearse" habrá que unir el mucho más complejo "Tsvietáievarse"...

Yo sigo pensando que la eternidad es demasiado larga para ir a darle el encuentro voluntariamente. Y si uno "entrega la equipación", mejor hacerlo con más originalidad que ahorcándose. Yo siempre he sido partidario de ponerse un pararrayos en la cocorota y darse una carrerita por el Simancón en día de tormenta-noroeste-fuerza-ocho(así ni siquiera los más católicos te pueden acusar de suicidio... el rayito te lo manda Dios. O Zeus, si nos ponemos míticos o incluso etimológicos).

Pero lo dicho. Eso sólo en caso de enfermadad terminal chunga (Usted con sus pulmones masacrados, por ejemplo, que como no vaya al pneumólogo ya sabe lo que le espera). Si no, vivir es imperativo (de por que sí, y de por mi velón verde).

Mil besos y gracias por su comentario en mi blog. É Ujté un Sielo.

NáN dijo...

Hace toda una vida que llegué a Gondal y lo primero que leí fueron las páginas del Diario, que me dejaron atrapado, después algunos poemas, después Ulises, donde me entregué sin condiciones, después... ya sabes Carmen.

Leerte es perder un poco la ignorancia. Más la perderíamos si más escribieras. Pero no es solo la cantidad de datos, la calidad de las ideas: lo que me gustó la primera vez, lo que ha aumentado el nivel, es la levedad con que lo cuentas, como un amigo que está en la silla de al lado, te habla y al irte vas envuelto en gracia.

No la levedad insoportable del ser, sino la de la delicadeza, que en lugar de aplastarte te levanta un poquitín ("y no me gasto ni un duro en suelas, desde que ando a dos palmos del suelo"; La Cabra; la mejor Cabra, para mi).

Fueron grandes, tristes, terribles pero apasionantes, los años de los que hablas en el artículo. Grande y no solo triste la poeta de la que hablas. Es un lujo poder contar con las heridas viejas, un lujo que una mujer de esa época no se podía permitir.

Escribí antes lo que me gustó lo primero que leí de ti. supongo que ya te habré contado alguna vez mi escala de interés, en orden creciente y conteniendo cada elemento los anteriores: me gusta, me interesa, me emociona. Ye eres mi perturbación de escala 3.

Besos a ti, a los mares que son océanos (qué vértigo para un mediterráneo, que pensó que agarrado a un madero llegaría siempre a alguna orilla antes de morir de sed), a las pequeñas algas tan acurrucantes. Y más besos a ti (por matener la estructura A-B-C-A).

Anónimo dijo...

Pues sí, lleva toda la razón: leerte es perder un poco la ignorancia.

Y con respecto a microalgo, me ha encantado eso de "la eternidad es demasiado larga como para ir a darle el encuentro voluntrariamente"

Y a tí, que me ha encantado. Como siempre. Me encanta este sitio.

Y sí, tengo que salir del "me encanta", pero necesito mi tiempo para atreverme a decir algo más. En ello estoy.

Un beso.

Anónimo dijo...

Ojalá yo pudiera enseñaros algo... Sólo soy consciente de lo poco que sé. Pero, gracias, gracias, gracias, por vuestras palabras siempre. Conseguís que me sonroje.