domingo, 15 de abril de 2007

CARTA VIII


Querido H.B.:

Ésta será la última carta que nos crucemos. No intentes responderme, no quieras saber dónde estoy, no preguntes por mí. Quién sabe, tal vez tengas razón y yo adolezca de corazón, o tal vez tú de memoria.

Recoge tus besos, cura tus ojos no mires atrás.

Tú no hablas de las lágrimas con las que fui marcando el transcurso de los días, ni piensas que la ausencia rasgó las mañanas y las equivocaciones.

Tienes razón ya no pronuncio tu nombre, ya no cuento tus hazañas, ya no espero, he cerrado el futuro a tus pies.

Si dudas de lo mucho que te quise es que no viste las gotas de sangre que iba desechando cuando me hablabas de noches que no era mías. Algún día seremos, otra vez, lo que hemos dejado ser.

Ahora los días se cuentan hacia atrás y yo debo aprender a respirar sin el aire que me ibas legando a golpe de mentiras.

Me importa tu suerte, pero no eres capaz de ver más allá de tu sombra. Eso, no yo, es lo que te ata al dolor.

Ya no quiero seguir rindiéndome. Decido seguir aunque no sé muy bien a dónde. Estoy sabiendo que hay vida sin ti.

Si hubieras estado... Si no hubieras decidido matar la ilusión que me sostenía...


K.H.

15 comentarios:

Lara dijo...

...!
(Ya hablaremos tú y yo.)

Anónimo dijo...

No por esperada ha dejado de ser impactante.

Incluso entre personalidades sensibles se impone el jodido pragmatismo. ¡snif!


¡Enhorabuena!

NáN dijo...

no se detuvo abril ni el tiempo en el jardín.

Paralelo 49 dijo...

Debería estar prohibido hacer ciertas promesas. Prometer "te amaré siempre..." Siempre es un adverbio que se nos escapa de las manos. O tal vez debería decirse "quisiera amarte siempre" pero con la matización del quisiera, del lo quiero ahora. Nada más allá de mañana, pasado mañana quizá, con suerte.

Leyendo estas cartas me doy cuenta de lo perfectos que somos haciendo reproches a veces, como si eso ayudara. Sin embargo quién puede evitarlo.

Un beso atado a tu muñeca. Como un reloj.

Lara dijo...

Muy bueno eso de los reproches, tan solidificados en estas cartas y en la vida. Al fin y al cabo, siempre son reproches al aire.

Anónimo dijo...

Creo que las promesas de amor deben ser categóricas. Si no fuese así y dijésemos "quisiera amarte siempre" quien reciba el mensaje viviría en un sinvivir, con la provisionalidad de quien quisiera hasta que dejase de querer. Ese desasosiego mata la espontaneidad, además de la inicial, la ha que hace perdurar las relaciones con detalles que duran un instante y viven en nosotros hasta la muerte.
¿Qué sería de nosotr@s si fuésemos tan condenadamente correctos?
Probablemente lo bueno viene de las imperfecciones (esas que traen reproches de ida y vuelta), que son la sal y nos dan margen para mejorar en cualquier cosa que hacemos.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo contigo paralelo.
Es demasiado fácil decir "siempre".
Y tan difícil no decirlo...
"Nada más allá del mañana". Me gusta.
Pero lo que ocurre es que uno mismo, cuando ama, planifica.
Y es un error... peeeeero en fin...
El caso es que K.H. se nos despide.
Creo que ha tomado la mejor decisión.
Las cosas pasan y no siempre tienen dueño.
Hay efectos que ruedan como balones hasta nuestros pies desde el otro lado del mundo como quien dice... Hay cosas que nadie se molestó nunca en enfrascar.
Para qué vamos a buscarle un culpable... aunque bueno, sí, todo es mucho más fácil.
Intuyo que K.H. está bastante dolida del mundo.
Y me alegra mucho que se prometa ser feliz por una vez.
Quizás resulte ser uno de mis planes de estudio (esos que nunca cumplo más allá de los lunes), pero el caso es que lo necesita.
La necesidad es mucho más fuerte que el amor.

Hay mucho dolor en esta carta...mucho reproche...
Pero está cansada. Y es justo lo que necesitaba, cansarse.
Me ha encantado, como siempre.

Un besito,

Ana...

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con Paralelo. Yo también he dicho "te amaré siempre" y la he cagado. Un "ojalá" delante enmarca mejor muchas cosas. ¿Qué tal "Ojalá te quiera siempre al menos tanto como ahora"?

Y no creo, anónimo, que las cosas en el ampo del amor tengan que ser categóricas por necesidad. Puede uno amar toda la vida e nla cuerda floja. No es cómodo, pero ¿y si es verdad? ¿No es preferible saberlo y ser consciente de ello que cerrar los ojos y decir que es algo absoluto? Y los reproches no me parecen la sal de nada. Más el vinagre, en caso de que a uno no le guste el vinagre. Debe ser que soy condenadamente correcto... je je. De hecho, lo que más me entristece de la carta de K.H. es que acabe con un reproche a H.B. No, niña: no le eches toda la culpa al otro. Tú no le amas y chin pón. Después del naufragio no está bien decirle qué maniobra fue la que le llevó al arrecife. No creo que se lo agradezca mucho. Si K.H. asume su parte tal vez no asesine l oque pueda quedar entre ellos. Pero el reproche tardío se hace conado ya no tienes nada que perder, o cuando uno se tiene que justificar a sí mismo para no verse tan mísero.

Por cierto, NáN, me ha hecho Usted recordar la voz prístina de Ana Belén cantando eso. Estaba sepultado en algún estrato devónico de la memoria. Yo sabía cantar esa canción, y ya no recuerdo la letra.

Anónimo dijo...

Por Dios, Carmencita: repara todas las erratas del texto, que lo he escrito a toda leshe y parece que lo ha tecleado un mono ciego evolutivo tratando de escribir el Quijote.

Anónimo dijo...

Sr. micro:
Respetabilísimo, reparador y alentador. Una magnífica opinión.

Paralelo 49 dijo...

Yo no he podido evitar a veces reprochar, aun sabiendo que lo estaba haciendo. Es humano cuando uno está dolido, desesperado, decepcionado, y el dolor nos hace tan duros duros e injustos...

La grandeza que yo le veo a estas cartas, aparte de lo belleza y la delicadeza con que están escritas; sin contar lo sobrecogedoras que resultan cuando se leen, es que me hacen reflexionar mi actitud. A veces me veo en ellas como un espejo, de un lado y de otro.

A mí me dan cierta lástima que se acaben, Pero sé que Carmen siempre nos sorprende con una ola nueva en el océano.

Por cierto Micro, te acuerdas cuando nos veíamos en el cuarderno de Dimas?

Un beso a todos y pasen una linda tarde!

Anónimo dijo...

No deje de echarle un ojillo allá, Paralelo. Lenisio Dimas sigue escribiendo una vez al mes. Deje algún comentario, se lo ruego, porue yo siempre comento y ya parezco un obseso y un fanático. Háganme compañía.

Y gracias por su réplica, Anónimo.

Paralelo 49 dijo...

Si yo sigo yendo por allí, no es que no quiera comentar es que es imposible acceder a los comments!!! (en la zona fótica tampoco!!!) Es lindo verle aquí comentar las cartas y todo lo demás.

Carmen carmen un abrazo! El sol calienta eh!

Anónimo dijo...

Uh. Bitácoras se las trae, Paralelo. Tiene usted razón. Carmen ha pasado ya del consejo a la amenaza, y no quiero que me seccione las glándulas que me ha dicho que me iba a amputar en caso de que no me fugara a otro sitio porque a) las tengo desde que nací -hablo de las glándulas- b) debe ser harto doloroso c) aún no me he reproducido en este mundo (sexualmente, al menos... ya sabe que las microalgas también nos reproducimos por fisión binaria).

Así que en cuanto encuentre un hueco... antes de que Carmen encuentre el cuchillo del pan!!!

Me tengo que mudar de bitácoras. Y ordenar mi vida. En fin.

Besotes.

Anónimo dijo...

¡Viento, turbador,que azotas a quien osa enfrentarte! Hoy combates legiones de indiferentes.

Lo bueno que tiene esta literatura es que a nadie ha dejado indiferente.

A veces, abrimos la puerta y vemos el día maravilloso, o tal vez ventoso, gris o sofocante. Puede que incluso no lo veamos porque estamos ciegos, o no queremos ver, ¡qué más da!

El caso es que H.B., abrirá la suya, irá al buzón, recogerá esta carta y sin esperar a entrar la leerá, y el precioso día azul tornará. Él, seguramente lo esperaba porque en sus cartas no hacía más que engañarse a si mismo con falsas esperanzas.

Puede, entonces, que cambie la puerta de su casa pensando que así cambiará su forma de ver el día.

Sí, es puede que vea un nuevo día, un nuevo lugar, con una nueva puerta, cuando la abra y no sueñe con sus manos.