SOL-A-MENTE

Querido Fredie:

Mi mente trabaja de una forma curiosa (no sé si enrevesada, pero sí curiosa-mente). Bueno, en realidad, no sé si es mi mente la que trabaja de una forma curiosa o son los demás los que actúan de esta forma y mi mente, pobrecita, lo único que hace es extrañarse en extremo.
Yo tengo muchas limitaciones, demasiadas tal vez, tantas como tú mencionaste en la alusión que sobre mí hiciste en el artículo aparecido el 17 de julio en la revista aquella y cuyo título era: "Cuando no ves más allá de tus narices". Un título, francamente, de lo más poético y que no sé, ya me lo aclararás cuando el jueves nos veamos en el club ante unos martinis, si hace alusión a la desviación de mi tabique nasal.
Debo aclararte, Freddie querido, que todo lo que señalaste sobre mi falta de pundonor ante la soledad, no sólo no es cierto, sino que es un argumento basado en la desdicha del que no me conoce. Huyo de la soledad porque me siento bien en ella. No, no es fácil al principio hacerse a la idea de estar sola, pero, una vez que me he acostumbrado...
Es lo que pasó entre nosotros. Me pedías espacio, espacio, espacio y yo te lo di. Pero, deja que te pregunte algo: ¿por qué lamentarse ahora de mi alejamiento cuando era eso precisamente lo que reclamabas? "Acostúmbrate a pasar tiempo sin mí", decías. Y es lo que hice.
¿Acaso no seguiremos estando cerca?
No te preocupes, no haré caso a mis abogados, no te demandaré por el artículo, pero la próxima vez, Freddie, cuando le pidas a alguien espacio, tiempo, costumbre de estar sin ti, asegúrate de que las palabras que, realmente, quieres decir son esas.