lunes, 17 de septiembre de 2007

TU MANO SOBRE MI MANO

Aquella noche, por primera vez, sentí que se pare para toda la vida.

Cuando entré en su cuarto y la vi empapada en sudor, la besé en la mejilla y pasé mi mano por su frente. Busqué un vaso de agua en la cocina de harina y regresé para calmarla.

Lloraba con la desolación del silencio y me miraba pidiéndome perdón, como si el sueño nunca más fuera a regresar.

-No pasa nada, yo estoy contigo. Duerme.

Y los nueve años pensando que estaba a salvo se convirtieron en la certeza de que también mamá tenía miedo de que hubiera monstruos en el armario.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

La cadena de manos de amores, amantes, amigos que nos sostiene enteros y verdaderos frente a los monstruos es tan densa como la fuerza que pongamos en mantenerla.

Ese descubrimiento que tan bien cuentas me ha encantado recordarlo, porque es una marca de lo humano.

¡Choca esos cinco!

Lara dijo...

Joder, niña.

Me gusta
mucho
invocación.

Anónimo dijo...

Mientras él, aparentemente, ni se inmutaba. Desde la penumbra sólo se adivinaba el blanco de sus ojos, a ras de sábana, temerosos de que la sombra de la entreabierta puerta fuese ciertamente su abrigo azul, y no aquel que le estremecía hasta que ella amorosamente ponía su mano gastada, de dar amor, sobre su hombro inmóvil.

A veces los padres tienen más miedo que las hijas, que los hijos, de esas madres que celebran sus surcos en las lejanías de sus ojos o en las tormentas de sus frentes (vaya con el ataque maternal).

Así, mientras la madre, abnegada y sobrepuesta al terror de lo desconocido, daba amor, el insensible estaba allí,¡Tapado hasta arriba y enroscado, queriendo estar más intrauterino que nunca!, Me encantó como expresaste el momento.

(S.)

matias fernandez fernandez dijo...

muchos de ellos... son amigos. Digo, de ellos, que se esconden en los armarios.

Anónimo dijo...

Desde que nacemos todos somos igual de humanos. Crecer no acaba con los miedos. En cualquier habitación hay un armario con monstruos. Los niños no saben cuándo va a salir el monstruo ni qué aspecto tendrá y temen ese momento. El temor de los adultos proviene de saber que siempre es uno mismo quien acaba abriendo la puerta para encontrar su propio reflejo, escondido entre la ropa y las miserias de todos los días.

Las madres protegen y cuidan a sus hijos. Y a ellas, ¿quién las protege?

besos

etdn

Anónimo dijo...

La desesperación del silencio...

Los monstruos en el armario siempre me dieron miedo... siempre lo cerré antes de dormir.

Me encanta.


Te he firmado en "el rumor del oleaje", la anterior entrada. Lo siento por el retraso.

Muchos besos :)

Anónimo dijo...

Recuerdo el comentario de un técnico de laboratorio que tuvimos (un gran tipo). Tuvo que explicarle a su hija de cuatro años que la madre de su amiga se había muerto. Y la niña frunció el ceño, ladeó la cabeza y dijo:

" - No... No puede ser. Si las madres no se mueren..."