PM08

Día 1. Llegada al hotel fuera del horario de la cena. Tampoco era muy difícil llegar cuando ya había acabado la cena porque era hasta las 21:30 hora alemana o, en su defecto, inglesa.

Día 2. Permanencia en las instalaciones del hotel, siguiendo la tradición anfibiótica que durante siglos ha hecho de los animales pertenecientes a esa especies unos seres felices. Las vacaciones se pintaban bien hasta que aparecieron los chicos de animación del hotel. Eran tres chicas y un chico: una inglesa, una española, un francés y una rubia. Las primeras en aparecer fueron la inglesa y la rubia.
- Aquagym!!! -gritaron.
Y Zoe y yo que decidimos actuar como camaleones para sentirnos guiris-guiris, nos metimos en el agua a hacer Aquagym!!! Yo duré 5 minutos. Debo reconocer que mi sentido del ridículo puede con mi sentido de la adaptación. Luego pensé que si a las animadoras no les daba vergüenza y era para que se la diera, yo no debía sentirme tan mal, así que salí de la piscina ahora, ya sí, con Zoe.
Por la noche visita a Magaluf, pueblo del que sólo diré que tiene cámaras de vigilancia en las calles.

Día 3. Visita a Palma. Esta es una ciudad curiosa. En Palma puedes practicar cualquier idioma menos el tuyo, así que sólo me interrelacionaba con Zoe y, más tarde, con dos australianos que trabajaban en el yate de un jeque árabe y con un piloto de hidroaviones. Lo que más me impactó de Palma fue la Catedral, el retablo de Barceló. Qué pasada. Sí, señores, merece la pena verlo. Aunque hay entendidos, como mi madre, que afirman que aquello es una "carajotada". Bueno, es cierto que en persona impacta mucho más.
Llegada al hotel y bañito en la desierta piscina (5 bañistas por metro cúbico, nadar era un sueño por cumplir).

Día 4. Sóller y La Calobra. Viajar a Sóller es como andar hacia atrás en el tiempo. Sales de Palma en un tren de madera y cuero que tarda una eternidad en hacer un recorrido que con los nuevos trenes harías en 30 minutos como mucho. El traqueteo, el viento silbándote en los oídos... Y, luego, el tranvía hasta el barco que nos llevaba a La Calobra. Y aquel lugar que debía ser tan diferente antes de que lo masificáramos con nuestra insultante estupidez de querer dejar bien claro quién manda en el mundo.
Llegada al hote y chachán...: allí estaban ellos los incombustibles chicos de la animación. Vestidos de... de... no sé de qué estaban vestidos porque se suponía que iban de flamencos, pero el traje de ellas les llegaba a las pantorrillas. Bueno, es verdad que tenían lunares y volantes, los trajes, digo. Y gritaban "ole" con acento francés e inglés y de rubia. Yo no hacía más que ocultarme bajo la mesa porque corrías el riesgo de que se te acercaran y te gritaran ole al oído.

Día 5. Sineu fue un descubrimiento: su comida, su vino, su gente. La gente de Mallorca es muy amable, te hace sentir bien allí. De Sineu salimos muy llenas y un tanto borrachas. Bueno, era como salir del gótico a horcajadas sobre Quasimodo. No estuvo mal.
Llegada al hotel para cenar y chachachán... Allí estaban ellos OTRA VEZ!!!. Bueno, no eran exactamente ellos eran unos tunos-osos que cantaban lo normal en las tunas: Guantanamera. Sí, sí, como lo oyen. No les bastaba con ir vestidos con unos disfraces de osos, más que de tunos (camisolas enormes de borreguito negro, pantalones anchísimos que les permitía poca movilidad sin riesgo de accidente para sus partes pudendas), no, no, además nos cantaban el Guantanamera. Aquella noche no pude librarme, acabaron cantando en nuestra mesa.

Día 6. Visita a las Cuevas del Drac. Vale, ya lo dije, íbamos en plan turistas, turistas. Preciosas las cuevas, por cierto.

Día 7.Visita a Ibiza. Ahórrensela.

Lo peor del viaje la llamada de rigor a la familia para decir: "ya estamos en el hotel". Gran cagada. En tan sólo dos minutos me pusieron al corriente de todos los problemas que habían en el buque. Eso me costó dos días de insomnio. Lo mejor del viaje: el reencuentro con cierta paz y Zoe, claro, que es lo mejor de todo.

Ahora, a esperar, a esperar...